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Muele granos de café frescos con una molienda fina para espresso, suficiente para una sola dosis.
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Prepara un espresso sencillo (25–30 ml) en una taza previamente calentada. Asegúrate de que el espresso sea intenso y tenga una crema visible en la superficie.
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Vaporiza la leche con una lanza de vapor hasta alcanzar una textura suave y aterciopelada, y una temperatura de unos 65 °C. Evita sobrecalentarla para conservar su dulzura. Gira la jarra para eliminar burbujas grandes y lograr un acabado brillante.
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Para montar el cappuccino, vierte primero la leche vaporizada en el espresso desde poca altura para integrarla suavemente. Luego, añade con cuidado la espuma con una cuchara para formar una capa espesa en la parte superior.
Sirve el cappuccino de inmediato para disfrutar de su calidez y frescura. Un cappuccino italiano tradicional no lleva decoraciones como cacao o canela, aunque puedes espolvorear un poco por encima si deseas darle un toque extra de sabor.